François-Marie Arouet

(París1694 – ibídem, 1778), más conocido como Voltaire, fue un escritorhistoriador, filósofo y abogado francés que figura como uno de los principales representantes de la Ilustración, un período que enfatizó el poder de la razón humana, de la ciencia y el respeto hacia la humanidad. En 1746 Voltaire fue elegido miembro de la Academia francesa en la que ocupó el asiento número 33.
Hijo del notario François Arouet y Marie Marguerite d’Aumary, proveniente de una noble familia, Voltaire estudió latín y griego durante los últimos años del reinado de Luis XIV . Alrededor de 1706 escribió la tragedia Amulius y Numitor, de la que se encontraron más tarde algunos fragmentos que se publicaron en el siglo XIX. Entre 1711 y1713 estudió Derecho. Su padrino lo introdujo en una sociedad libertina, la Sociedad del Temple, y en esa época recibió una cuantiosa herencia de la cortesana Ninon de Lenclos con el propósito, declarado por ella, «de que se comprase libros».
En 1713 obtuvo el cargo de secretario de la embajada francesa en La Haya, trabajo del que fue expulsado debido a un idilio con una refugiada francesa llamada Catherine Olympe Dunoyer. Durante esa época empezó a escribir su tragedia Edipo, que no se publicó hasta 1718. A la muerte de Luis XIV en 1715, el Duque de Orleáns asumió la regencia y el joven Arouet escribió una sátira contra él y su hija, la duquesa de Berry, que le valió la reclusión por un año en la Bastilla, tiempo que dedicó a estudiar literatura. Una vez liberado, fue desterrado a Châtenay-Malabry, donde adoptó el seudónimo de Voltaire.
En 1718 su tragedia Edipo y en 1723 su epopeya La Henriade, dedicada al rey Enrique IV, alcanzaron gran éxito. Sin embargo, como producto de una disputa con el noble De Rohan, con el que había sostenido un altercado en competencia por una dama, fue encarcelado de nuevo en la Bastilla y, al cabo de cinco meses, como el recluso seguía sosteniendo su derecho al duelo, fue liberado y desterrado a Gran Bretaña a fin de que se apaciguara. Se instaló en Londres y allí Voltaire recibió una influencia determinante en la orientación de su pensamiento. Cuando regresó a Francia en 1728, difundió sus ideas políticas, el pensamiento del científico Isaac Newton y del filósofo John Locke, luego plasmadas en sus Cartas filosóficas o inglesas, que harán aparecer a la sociedad francesa como atrasada y sin tolerancia, causando gran controversia y escándalo.
En 1731 escribió la Historia de Carlos XII, donde esbozaba los problemas y tópicos que, más tarde, aparecieron en su famosa obra Cartas filosóficas, publicada en 1734, donde defendió la tolerancia religiosa y la libertad ideológica, tomando como modelo la permisividad inglesa y acusando al Cristianismo de ser la raíz de todo fanatismo dogmático. Por este motivo, en el mes de mayo se ordenó su detención y Voltaire se refugió en el castillo de Émilie du Châtelet, mujer con la que establecerá una larga relación amorosa y con la que trabajará en su obra La filosofía de Newton, donde resumía y divulgaba en francés la nueva física del genio inglés.
En esta misma época, tras el éxito de su tragedia Zaire (1734) escribió Adélaïde du Guesclin (1734), La muerte de César (1735), Alzira o Los americanos (1736), El fanatismo o Mahoma (1741). También escribió El hijo pródigo (1736) y Nanine o el prejuicio vencido (1749), que tuvieron menos éxito que los anteriores, a pesar de que Voltaire se procuraba muy hábilmente una claque para asegurarse el éxito.
En 1742 su Mahoma o El fanatismo es prohibida y, un año después, publica Mérope. Por esta época, Voltaire viajó a Berlín, donde fue nombrado académico, historiógrafo y Caballero de la Cámara real. Cuando murió Madame de Châtelet en 1749, Voltaire volvió a Berlín invitado por Federico II el Grande, llegando a alojarse como invitado en el Palacio de Sanssouci para participar en las tertulias a las que era muy aficionado el monarca. Durante aquella época escribió El siglo de Luis XIV (1751) y continuó, con Micromegas (1752), la serie de sus cuentos iniciada con Zadig (1748). Debido a algunas disputas con Federico II, en especial su desencuentro con el recién nombrado presidente de la Academia de Berlín, Maupertuis, a quien había nombrado personalmente Federico, se le expulsó nuevamente de Alemania y, debido a la negativa de Francia de aceptar su residencia, se refugió en Ginebra, Suiza, lugar en el que chocó con la mentalidad calvinista. Su Ensayo sobre las costumbres (1756) escandalizó a los ginebrinos.
Su poema sobre Juana de Arco, la doncella (1755), y su colaboración en la Enciclopedia chocaron con el partido de los católicos. Fruto de esta época fueron el Poema sobre el desastre de Lisboa (1756) y la novela corta Cándido o el optimismo (1759), que fue inmediatamente condenada en Ginebra por su sátira contra clérigos, nobles, reyes y militares.
Se instaló en la propiedad de Ferney, donde vivió durante dieciocho años, recibió a la élite de los principales países de Europa, representó sus tragedias (Tancredo, 1760), mantuvo una copiosa correspondencia y multiplicó los escritos polémicos y subversivos para combatir el fanatismo clerical.
Cuatro años después redactó el Tratado sobre la tolerancia, y en 1764 su Diccionario filosófico. Desde entonces, siendo ya Voltaire un personaje famoso e influyente en la vida pública, intervino en distintos casos judiciales, como el caso Calas y el de La Barre, que estaba acusado de impiedad, defendiendo la tolerancia y la libertad frente a todo dogmatismo y fanatismo.
En 1778 Voltaire volvió a París. Se le acogió con entusiasmo y murió el 30 de mayo de ese mismo año, a la edad de 83 años. En 1791, sus restos fueron trasladados al Panteón.
Murió siendo inmensamente rico ya que fue uno de los mayores rentistas de Francia. Es conocida la afición de Voltaire a las aventuras financieras y también al fraude. Algunos de sus recursos fueron su pluma, el mecenazgo de los príncipes, las rentas de los habitantes de Ferney, inversiones diversas y el comercio.

Ideario y obra
Voltaire alcanzó la celebridad gracias a sus escritos literarios y sobre todo filosóficos. No ve oposición entre una sociedad alienante y un individuo oprimido, idea defendida por Jean-Jacques Rousseau, sino que cree en un sentimiento universal e innato de la justicia, que tiene que reflejarse en las leyes de todas las sociedades. La vida en común exige una convención, un “pacto social” para preservar el interés de cada uno. El instinto y la razón del individuo le llevan a respetar y promover tal pacto. El propósito de la moral es enseñarnos los principios de esta convivencia fructífera. La labor del hombre es tomar su destino en sus manos y mejorar su condición mediante la ciencia y la técnica, y embellecer su vida gracias a las artes. Como se ve, su filosofía práctica prescinde de Dios, aunque Voltaire no es ateo: como el reloj supone el relojero, el universo implica la existencia de un “eterno geómetra”.
Sin embargo, no cree en la intervención divina en los asuntos humanos y denuncia el providencialismo en su cuento filosófico Cándido o el optimismo (1759). Fue un ferviente opositor de la Iglesia católica, símbolo según él de la intolerancia y de la injusticia. Se empeña en luchar contra los errores judiciales y en ayudar a sus víctimas. Voltaire se convierte en el modelo para la burguesía liberal y anticlerical y en la pesadilla de los religiosos.
Voltaire ha pasado a la Historia por acuñar el concepto de tolerancia religiosa. Fue un incansable luchador contra la intolerancia y la superstición y siempre defendió la convivencia pacífica entre personas de distintas creencias y religiones.
En el pensamiento del filósofo inglés John Locke, Voltaire encuentra una doctrina que se adapta perfectamente a su ideal positivo y utilitario. Locke aparece como el defensor del liberalismo, afirmando que el pacto social no suprime los derechos naturales del individuo. En resumen, sólo aprendemos de la experiencia; todo lo que la supera sólo es hipótesis.
Voltaire saca de esta doctrina la línea directriz de su moral: la labor del hombre es tomar en su mano su propio destino, mejorar su condición, garantizar, embellecer su vida con la ciencia, la industria, las artes y por una buena política de las sociedades. A pesar de que se expresan por leyes particulares en cada país, la justicia es universal. La virtud, “comercio de beneficios”, es dictada a la vez por el sentimiento y por el interés. El papel de la moral, según Voltaire, es enseñarnos los principios de esta “política” y acostumbrarnos a respetarlos.
Sus escritos siempre se caracterizaron por la llaneza del lenguaje, huyendo de cualquier tipo de grandilocuencia. Maestro de la ironía, la utilizó siempre para defenderse de sus enemigos, de los que en ocasiones hacía burla demostrando en todo momento un finísimo sentido del humor. Conocidas son sus discrepancias con Montesquieu acerca del derecho de los pueblos a la guerra, y el despiadado modo que tenía de referirse a Rousseau, achacándole sensiblería e hipocresía.