Karl Popper

Karl Raimund Popper (Viena, 28 de julio de 1902 – Londres, 17 de septiembre de 1994) fue un filósofo de origen judío, nacido en Austria, aunque más tarde se convirtió en ciudadano británico.
Fue hijo del abogado protestante Simón Siegmund Carl Popper y de su esposa protestante Jenny Schiff, quienes eran descendientes de familiares de religión judía. Popper mismo se caracterizaba como agnóstico.
De la familia Schiff provenían varias personalidades significativas de los siglos XIX y XX tales como el director de orquesta Bruno Walter. La familia de Popper se había convertido del judaísmo al protestantismo dos generaciones antes de que él naciera en 1902.
Su abuelo paterno tenía una formidable biblioteca en la que él, desde niño, contraería la pasión de la lectura. Nunca se consoló de haber tenido que venderla cuando se desplomaron las finanzas de su familia que, durante su infancia, había sido muy próspera.
En la Viena multicultural de principios del siglo XX, que vio nacer a Karl Raimund Popper, la situación de los judíos era compleja. Por un lado, pertenecían a las capas medias y altas de la sociedad, y ocupaban con frecuencia posiciones destacadas en la economía y la política, pero, por otra parte, eran habituales las manifestaciones de antisemitismo Popper se destacó pronto por un precoz rechazo a toda forma de nacionalismo —la regresión a la tribu— lo que lo llevó a oponerse al sionismo y siempre pensó que la creación del Estado de Israel fue “un trágico error”.
En el borrador de su Autobiografía escribió una frase durísima: «Inicialmente me opuse al sionismo porque yo estaba contra toda forma de nacionalismo. Pero nunca creí que los sionistas se volvieran racistas. Esto me hace sentir vergüenza de mi origen, pues me siento responsable de las acciones de los nacionalistas israelíes». Pensaba entonces que los judíos debían integrarse a las sociedades en las que vivían, como había hecho su familia, porque la idea del «pueblo elegido» le parecía peligrosa. Presagiaba, según él, las visiones modernas de la «clase elegida» del marxismo o de la «raza elegida» del nazismo.
Cuando Karl Popper comenzó sus estudios universitarios, en la década del 1920, la escena política estaba dominada efímeramente por la izquierda política en Viena: florecía entonces la llamada Viena Roja. También Popper, interesado principalmente en la pedagogía política, se implicó en este movimiento, e ingresó en las juventudes socialistas.
Tras presentar en 1928 una tesis doctoral fuertemente matemática dirigida por el psicólogo y lingüista Karl Bühler, Popper adquirió en 1929 la capacitación para dar lecciones universitarias de matemáticas y física. En estos años tomó contacto con el llamado Círculo de Viena. No obstante su cercanía con este, Popper cuestionó siempre algunos de los postulados más significativos de este grupo de pensadores, lo que dificultó su integración en él.
En cualquier caso, el Círculo se vio influido por la fundamentada crítica de Popper y, de hecho, La lógica de la investigación científica (en alemán Logik der Forschung), principal contribución de Popper a la teoría de la ciencia, apareció por primera vez en una serie de publicaciones del propio círculo vienés, a pesar de que contenía una moderada crítica al positivismo de esta comunidad de filósofos. La obra fue recibida como fruto de las discusiones del círculo, lo que llevó a muchos a calificar equivocadamente a Popper como positivista.
El ascenso del nacionalsocialismo en Austria llevó finalmente a la disolución del Círculo de Viena. En 1936 su fundador Moritz Schlick fue asesinado por un estudiante. En 1937, tras la toma del poder por los partidarios de Hitler, Popper, ante la amenazante situación política se exilió en Nueva Zelanda, tras intentar en vano emigrar varias veces a Estados Unidos y Reino Unido.
En el Canterbury College en Christchurch, Popper vivió aislado y hasta cierto punto desconectado de un mundo que se precipitaba entonces en el torbellino de la Segunda Guerra Mundial. En este entorno Popper redactó La sociedad abierta y sus enemigos (en alemán Die offene Gesellschaft und ihre Feinde). También de aquella época data su amistad y colaboración con el neurobiólogo John C. Eccles, junto al que escribiría El Yo y el cerebro en 1977.
Tras la guerra, en 1946, Popper ingresó como profesor de filosofía en la London School of Economics and Political Science. El sociólogo y economista liberal Friedrich August von Hayek fue uno de los principales valedores de Popper para la concesión de esa plaza. Sin embargo, la relación entre ambos pensadores es aún controvertida.
A pesar de que ambos mantenían posiciones metodológicas parecidas y de que Popper hizo suyos algunos conceptos fundamentales de las obras de Hayek, tales como el principio del orden espontáneo, lo cierto es que Popper desconfiaba de los mecanismos puros del libre mercado que abanderaba Hayek, y predicaba más bien cierto intervencionismo del Estado pero que no desembocara, en cualquier caso, en el control o en la propiedad estatal.
En 1969 se retiró de la vida académica activa y pasó a la categoría de profesor emérito, a pesar de lo cual continuó publicando hasta su muerte, el 17 de septiembre de 1994 en East Croydon (Londres).
Los logros filosóficos de Karl Popper le valieron numerosos reconocimientos, tales como ser nombrado caballero por la reina Isabel II del Reino Unido en 1969. Recibió la insignia de Compañero de Honor (Companion of Honour) en 1982, el premio Lippincott de la Asociación Norteamericana de Ciencias Políticas y el premio Sonning. Fue miembro de la Sociedad Mont Pelerin, una comunidad de estudios fundada por Hayek para promover una agenda política liberal, así como de la Royal Society de Londres, con el rango de miembro, y de la Academia Internacional de la Ciencia. Entre otras, cultivó la amistad del canciller alemán Helmut Schmidt. Algunos conocidos discípulos de Popper fueron Hans Albert, Imre Lakatos, y Paul Feyerabend.

Epistemología
Popper expuso su visión sobre la filosofía de la ciencia en su obra, ahora clásica, La lógica de la investigación científica, cuya primera edición se publicó en alemán (Logik der Forschung) en 1934. En ella el filósofo austríaco aborda el problema de los límites entre la ciencia y la metafísica, y se propone la búsqueda de un llamado criterio de demarcación entre las mismas que permita, de forma tan objetiva como sea posible, distinguir las proposiciones científicas de aquellas que no lo son.
Es importante señalar que el criterio de demarcación no decide sobre la veracidad o falsedad de una afirmación, sino sólo sobre si tal afirmación ha de ser estudiada y discutida dentro de la ciencia o, por el contrario, se sitúa en el campo más especulativo de la metafísica. Para Popper una proposición es científica si puede ser refutable, es decir, susceptible de que en algún momento se puedan plantear ensayos o pruebas para refutarla, independientemente de que salgan airosas o no de dichos ensayos.
En este punto Popper discrepa intencionadamente del programa positivista, que establecía una distinción entre proposiciones contrastables (positivas), tales como Hoy llueve y aquellas que, según los positivistas, no son más que abusos del lenguaje y carecen de sentido, por ejemplo Dios existe. Para Popper, este último tipo de proposiciones sí tiene sentido y resulta legítimo discutir sobre ellas, pero han de ser distinguidas y separadas de la ciencia. Su criterio de demarcación le trajo sin querer un conflicto con Ludwig Wittgenstein, el cual también sostenía que era preciso distinguir entre proposiciones con sentido y las que no lo tienen. El criterio de distinción, para Wittgenstein, era el del «significado»: solamente las proposiciones científicas tenían significado, mientras que las que no lo tenían eran pura metafísica
Era tarea de la filosofía desenmascarar los sinsentidos de muchas proposiciones autodenominadas científicas, a través de la aclaración del significado de las proposiciones. A Popper se le encuadró en dicha escuela cuando formuló su idea de la demarcación, pero él mismo se encargó de aclarar que no estaba de acuerdo con dicho planteamiento, y que su tesis no era ningún criterio de significación (Popper siempre huyó de cualquier intento por aclarar significados antes de plantear teorías). Es más, Popper planteó que muchas proposiciones que para Wittgestein tenían significado no podían calificarse como ciencia como, por ejemplo, el psicoanálisis o el marxismo, ya que ante cualquier crítica se defendían con hipótesis ad hoc que impedían cualquier refutación.
Lo cierto es que Popper era consciente del enorme progreso en el conocimiento científico que se experimentó en los siglos que le precedieron, en tanto que problemas como la existencia de Dios o el origen de la ley moral parecían resistirse sin remedio, puesto que no mostraban grandes avances desde la Grecia clásica. Por ello, la búsqueda de un criterio de demarcación aparece ligada a la pregunta de ¿qué propiedad distintiva del conocimiento científico ha hecho posible el avance en nuestro entendimiento de la naturaleza?
Algunos filósofos de la época habían buscado respuesta en el inductivismo, según el cual cuando una ley física resulta repetidamente confirmada por nuestra experiencia, podemos darla por cierta o, al menos, asignarle una gran probabilidad. Pero tal razonamiento, como ya fue notado por David Hume, no puede sostenerse en criterios estrictamente lógicos, puesto que éstos no permiten extraer (inducir) una ley general (universal) a partir de un conjunto finito de observaciones particulares.
Popper supera la crítica de Hume abandonando por completo el inductivismo y sosteniendo que lo primero son las teorías, y que sólo a la luz de ellas nos fijamos en los hechos. Nunca las experiencias sensibles anteceden a las teorías, por lo que no hay necesidad de responder cómo de las experiencias particulares pasamos a las teorías. Con ello, Popper supera la polémica entre empirismo y racionalismo, sosteniendo que las teorías anteceden a los hechos, pero que las teorías necesitan de la experiencia (en su caso, de las refutaciones) para distinguir qué teorías son aptas de las que no.

Racionalismo crítico
En el sistema de Popper se combina la racionalidad con la extrema importancia que la crítica tiene en el desarrollo de nuestro conocimiento. Por eso, tal sistema fue bautizado como racionalismo crítico.
Las ideas de Popper sobre el conocimiento científico pueden considerarse como la base que sustenta el resto de sus contribuciones a la filosofía. Además han gozado de enorme popularidad desde que fueron publicadas por primera vez y, al menos entre la comunidad científica, el concepto de falsabilidad ha enraizado fuertemente y es comúnmente aceptado como criterio válido para juzgar la respetabilidad de una teoría. Consciente de ello, y de las críticas que suscitaron sus teorías, Popper amplió y matizó su trabajo originario en sucesivas ediciones y postscripta.
En cuanto a su idea del conocimiento, para Popper cuanto más específico y complejo sea el modelo científico, más apegado a la realidad estará, sin olvidar nunca que para que existan modelos y teorías verdaderas, siempre tendrán que existir sus contrapartes y más teorías que las invaliden, que son igualmente verdaderas. Ello significa que solo se puede generar una verdad, (o lo que se define como conocimiento) a partir de modelos científicos o hipótesis perfectas, pero como la creación de estas es algo utópico, Popper se conforma con que el modelo sea lo suficiente aproximado para que funcione en la mayoría de los escenarios, siempre haciendo énfasis y reiterando en que existe lo falso en lo verdadero, y que una idea o concepto nunca será completamente verdadera porque existirán otras ideas o conceptos que la invaliden.
Popper expresa así que todo el tiempo estamos elaborando teorías e hipótesis de acuerdo con nuestras expectativas, y la mayor parte del tiempo las estamos experimentando, a las cuales las llama conjeturas. Al momento en que una teoría puede ser contrastable, aunque no se pueda verificar, es falsable. Cuando se generaliza algo y puede haber una excepción, una refutación, se convierte en teoría científica. Así él confirma que no se trata de verificar infinitamente una teoría, sino de encontrar algo que la convierta en falsa; haciéndolo lógico y no metodológico. Con esta idea el crecimiento del conocimiento científico se encarga de eliminar teorías y crear una división entre la ciencia y la metafísica, por medio de conjeturas, que se ponen a prueba y refutan principalmente por científicos.

Sociología y política
Además de sus notables contribuciones a la epistemología, Popper es recordado por muchos como un filósofo, teórico del liberalismo y defensor de la sociedad abierta frente a los sistemas que, según su concepción, resultaban totalitarios, tales como el comunismo y el nacionalsocialismo. Sin embargo, para comprender sus posiciones políticas, es preciso partir de sus aportaciones a la teoría del conocimiento (véase epistemología).
La obra más conocida de Karl Popper es La sociedad abierta y sus enemigos, escrita durante la Segunda Guerra Mundial desde su exilio en Nueva Zelanda. En ella el autor se propone aplicar a la política sus teorías sobre la ciencia y el avance del conocimiento. Al tiempo, Popper indaga en la historia de la filosofía para trazar los orígenes del totalitarismo que había desembocado en la guerra y en la radical crisis del pensamiento occidental. Es notable que, desde sus primeras páginas, Popper aborda el problema armado de un firme optimismo respecto a la naturaleza humana, pues afirma que el pensamiento totalitario y la destrucción asociada a él, nacen del empeño sincero de los hombres en mejorar su condición y la de sus semejantes, si bien su buena voluntad descarrila al ser guiada por filosofías utópicas y metodológicamente equivocadas.
Este reconocimiento moral que Popper otorga a sus adversarios ideológicos es particularmente visible en la consideración con la que trata a Karl Marx puesto que, si bien puede considerarse a La sociedad abierta y sus enemigos una acerada crítica al marxismo, el pensador vienés reconoce en Marx un sincero interés en mejorar las condiciones de las clases humildes, así como valiosas aportaciones a la sociología, en el sentido de convertirla en una ciencia autónoma que dispone de sus propias categorías (tales como las instituciones) y que queda felizmente despojada del psicologismo de Stuart Mill.
Popper plantea una interpretación de la historia del pensamiento político basada en la confrontación entre dos escuelas o visiones del mundo: a) una reaccionaria, que añora una comunidad cerrada y perfecta, heredera de la tribu. Platón (tomando los antecedentes de Heráclito) es su máxima expresión, seguido de Aristóteles y reeditado en el pensamiento moderno por Hegel (al cual, aparte del tono claramente sarcástico y cómico de su análisis, no le reconoce absolutamente nada) y b) otra racional y crítica, que nació en la Antigüedad clásica con la «Gran Generación» de la época de Pericles, a la cual pertenecen Sócrates y Demócrito. Dicha visión reconoce el limitado conocimiento humano a la cual atribuye el auténtico espíritu de la ciencia.
Popper hace una exégesis de la obra de Platón, y le atribuye la acuñación del esencialismo en la teoría del conocimiento y del historicismo en la teoría política. Partiendo de la teoría de las formas y las ideas, la tesis de Platón es que existe un mundo de las ideas que es perfecto, y que la realidad material en la que vivimos no es más que una copia imperfecta que tiende a la degeneración. Esta visión no sólo se aplica a la realidad natural, sino también a la política y social. La ciudad (la polis), modelo de sociedad fundamental en el mundo griego, tiende a la degeneración y decadencia al alejarse en el tiempo de la polis originaria y perfecta. La democracia, para Platón, es tan sólo un estadio más en la degeneración, de la cual la tiranía no será más que la última expresión.
Platón de este modo plantea la situación en Atenas, su ciudad natal, como de decadencia al haberse instaurado la democracia y ver como en sus avatares se desliza a la tiranía. Para Platón el modelo ideal de ciudad es Esparta, una aristocracia de nobles que gobierna sobre el resto que no tiene más función de obedecer. Para mantener la unidad y la estabilidad la aristocracia debe mantenerse unida sin dar lugar a lujos ni disensiones. Mantiene que las disensiones políticas es el origen de la decadencia y que deben existir una radical división entre los hombres: entre los que dirigen y el resto que debe obedecer En el mantenimiento de este orden «perfecto» gira toda su concepción sociológica de Justicia. A Aristóteles Popper no le concede más que el desarrollo de la Teoría de las Ideas en la doctrina de «potencia y acto» y en la instauración del esencialismo metodológico.
Aristóteles no hace más que adoptar el mundo de las Ideas de Platón pero en vez de modo pesimista de un modo optimista. El desarrollo del mundo material no tiene por qué ser decadencia y alejamiento de la Idea Originaria sino de desarrollo de las potencialidades de las Ideas de modo que las cosas materiales no hacen más que desarrollar la esencia de la cual surgen en su devenir histórico. Esta idea sería repetida por Hegel al cual no le atribuye más mérito que reeditarlas viejas ideas de Heráclito, Platón y Aristóteles para construir una espantosa teoría política con la única finalidad de legitimar el poder absoluto de Guillermo de Prusia.
A Hegel le atribuye también la consolidación moderna del «historicismo» que sería la versión oficial de las ciencias sociales en el continente europeo durante todo el siglo XIX. Marx, aunque políticamente opuesto al modelo de Estado de Hegel, no haría más que aplicar el método historicista al análisis de la sociedad industrial de la época, llegando a la conclusión de que la lucha de clases es el auténtico motor de la historia, y que aplicando un «método científico» se llega a la profecía de que la sociedad se dirige inexorablemente a la crisis final del capitalismo para la instauración de una sociedad sin clases en la que el Estado se disuelva y el hombre alcance la auténtica libertad.
En dicha obra existen críticas recurrentes de Popper tanto al esencialismo metodológico como al historicismo pero además critica al «sociologismo del conocimiento» o «historismo» que no hay que confundir con el «historicismo». Según dicha doctrina nuestro conocimiento no es más que consecuencia de nuestra circunstancia histórica, de nuestra época con sus tensiones y conflictos de intereses y por ello nuestro estado actual de conocimiento no es ni mejor ni peor que otro cualquiera negando así la existencia de cualquier verdad, no ya moral, sino incluso científica. Popper, radicalmente opuesto a dicha doctrina, sostiene que el conocimiento humano puede plantearse la búsqueda de la verdad, no entendida como verdad absoluta sino como acercamiento cada vez mejor a la verdad a través de teorías que explican la realidad mejor que otras y que puedan refutarse.
Otra conocida obra de Karl Popper es el opúsculo La Miseria del historicismo, cuyo título parafrasea el de la obra de Karl Marx La Miseria de la Filosofía, a su vez una burlesca crítica a La Filosofía de la Miseria, de Proudhon. El libro lo dedica «en memoria de los incontables hombres y mujeres de todos los credos, naciones o razas que cayeron víctimas de la creencia fascista y comunista en las ‘leyes inexorables del destino histórico'». En dicha obra Popper critica a un grupo de doctrinas que él denomina «historicistas» y que tienen en común la capacidad de la sociología de predecir el curso de la historia.
Divide dichas doctrinas en dos grupos: a) las anti-científicas y b) las pro-científicas. a) Las primeras sostienen que la realidad social es de naturaleza radicalmente diferente a la realidad física debido a su naturaleza cambiante y compleja por lo que los métodos científicos que tanto éxito han tenido en las ciencias naturales no son aplicables. La alternativa es la aplicación del método «holístico» es decir, la intuición «esencialista y total» de las realidades sociales y el análisis de dichas realidades en su evolución histórica que es lo único que nos puede hacer captar todas sus cualidades y descubrir su esencia (que no es más que la repetición de la idea Aristotélica de potencia y acto).
Dichas categorías esencialistas (Los Grandes Estados e Imperios, las Civilizaciones, La Lucha de Clases, Los Ejércitos), son las únicas de interés para la sociología y el estudio de su interacción y evolución histórica puede intuitivamente hacernos prever su devenir futuro. Popper critica de frente el «método holístico» como incapaz de analizar ninguna realidad. «Las totalidades en tal sentido no pueden ser objeto de estudio científico alguno». Es dicho método el que ha llevado a las grandes utopías modernas y a los grandes planes sociales totales que según el autor jamás han alcanzado sus objetivos ya que impiden cualquier control científico al pretender «transformar la sociedad» en su totalidad.
Popper propone el método nominalista con alternativa, es decir, denominar a las realidades según las necesidades de nuestras teorías sin pretender que las cosas esconden una «esencia» detrás de ellas que hay que captar con las definiciones. Además propone la «ingeniería social gradual» o «piecemeal social technology» como alternativa a las grandes utopías transformadoras de la sociedad y de la historia b) las doctrinas pro-científicas sostienen que al igual que la ciencia ha sido capaz de predecir el curso de los planetas en el sistema solar, del mismo modo la sociología es capaz de, copiando los métodos científicos y a través de la historia, calcular el futuro devenir de la historia. Popper critica dichas doctrinas partiendo de la equivocada idea de ciencia que tienen estas doctrinas.
La ciencia para Popper no es más que un conjunto de teorías o hipótesis provisionales, que aunque estén inicialmente sostenidas por evidencias se deben tratar de refutar para sostener su validez. Dichas teorías están presentes siempre en la explicación causal de los acontecimientos y solemne cuando la realidad se opone a ellas surge un problema que puede servir de base para refutar una antigua teoría y plantear nuevas hipótesis que solventen dicho problema. Popper sostiene que todas las ciencias (incluidas la sociología) hacen lo mismo pero no del modo que sostienen las doctrinas pro-científicas. Los acontecimientos históricos no pueden explicarse a través de una sola teoría o incluso varias por que son únicos y en ello si intervienen infinidad de teorías de diferente naturaleza.
Las doctrinas pro-científicas confunden lo que es una tendencia (o condiciones iniciales) con leyes universales inexorables. Popper concluye sosteniendo la unidad de todas las ciencias (incluidas las sociales) en su método de planteamiento de teorías, ensayo y error que eliminan las no aptas, en el hecho de que es imposible predecir la historia futura simplemente porque es imposible predecir los descubrimientos científicos futuros y por último que la historia como la realidad tiene infinidad de vertientes y solamente las teorías y nuestros puntos de vista sobre ella, nos permiten escribir infinidad de «historias».